EN LA CÁTEDRA DE FISIOPATOLOGIA DE UDN

EN LA CÁTEDRA DE FISIOPATOLOGIA DE UDN
CON VIÍCTOR FROLOV, DECANO DE LA FACULTAD DE MEDICINA

sábado, 6 de julio de 2019

CON LAS BRIGADAS ESTUDIANTILES EN KAZAJSTÁN



CON LAS BRIGADAS ESTUIANTILES EN KAZAJSTÁN






Edgardo Malaspina
1
Son tres días en tren desde Moscú hasta Kazajstán, el país de las estepas, y el Valle de las Piedras, donde las dunas  cantan al soplo de los vientos y se encuentra  el cosmódromo Baikonur, rampa de lanzamiento del primer hombre al espacio.
2
El viaje se hace ligero, la lectura hace olvidar las distancias.  A veces conversas amenamente con los compañeros del vagón, juegas al ajedrez o te entretienes en la ventanilla observando los paisajes móviles: estaciones con gente apresurada, árboles grandes, rieles paralelos, trenes en sentido contrario que dejan un ruido sordo, pueblos con casas de madera, hombres trabajando en un huerto o arreando vacas.  Sueñas con el traqueteo del tren.  En la mañana tomas el té caliente, y eso cae muy bien en el estómago.
3
 Atravesamos los Montes Urales con su vegetación impresionante; la estepa, el desierto, arena y piedra para entristecerse y reflexionar.  Tal vez contemplando un paisaje similar de  inhóspito, el poeta ucraniano Tarás Shevchenko  escribió:

  -El desierto no tiene verdor alguno, sólo arena y piedras. Uno se siente tan triste, que dan ganas  de ahorcarse”. Bueno, no era para menos: estaba preso.

  Luego el espíritu se reconforta: aparecen pinares y ajenjos, bosques de bayas y setas.  Más tarde vemos las yurtas, las viviendas de los pastores, cónicas, de piel de oveja y cercas de madera.
4
Vivíamos en el koljoz “18 años de Kazajstán”, cerca de Shortandí, en una casa de paredes muy anchas.  De día el calor era agobiante, y de noche hacía mucho frío.  Estuvimos en Tselinograd y en Alma – Ata, la capital.  Almá – Ata es la ciudad de los manzanos, las calles rectas, los canales y las fuentes refrescantes.  Visitamos el Teatro Académico Kazajo de Ópera y Ballet “Abái”, contemplamos la montaña de Koktiubé.
5
 Las brigadas estudiantiles de trabajo voluntario permitían obtener un dinero extra, pero también era una actividad idealista: una parte de lo ganado era destinado a un fondo de solidaridad con los pueblos en lucha contra el imperialismo, el neocolonialismo, el fascismo y la reacción. Así nos lo transmitían. Así lo repetíamos con orgullo.  En cada oportunidad, en 1978 y ahora en 1979, aportamos tres días de  nuestro trabajo a esos fondos solidarios.
6
Nuestra labor se relacionaba con la construcción: hacíamos casas con paredes hasta de un metro de grosor y techos compuestos de varias capas de diferentes materiales, aserrín y cemento. Este tipo de viviendas tiene una ventaja: cuando hay nieve produce calor, y al contrario, durante la estación calurosa son frescas porque no  las penetra la luz solar.
7
Nos levantábamos temprano, y luego del desayuno nos dirigíamos a la construcción. Usábamos muchas piedras, las cuales cargábamos en parihuelas; y ese era precisamente uno de mis ocupaciones. En la tarde descansábamos. Los sábados eran también laborales; pero el domingo era de fiesta. Varias veces, al aire libre, hicimos la típica parrilla rusa o shaslik. La cerveza la traían en barriles y nadie se preocupaba en enfriarla. Era una cerveza fuerte y de un amarillo oscuro. A veces la fiesta era en un salón con música en vivo y mucho vino. Recuerdo un vino tinto ácido llamado Aldán que vendían en botellas pequeñas.
8
Observé que en el campo la gente solía andar en sus caballos y que la estepa es muy similar a nuestro llano. En un momento de nostalgia empecé a escribir unos cuartetos  dedicados a Páez.
Un día nos invitaron a una yurta.  Sentados sobre el dastarján – un mantel en el piso -, probamos el beshbarmak, un aderezo con carne de cordero, muy sabroso.  Mientras bebíamos el kumís, se dijo que para los kazajos la cultura era no olvidar a las generaciones pasadas y venideras, hasta la séptima.

  Alguien empezó a tocar la dombra, un instrumento musical del folklore de este país.  Las cuerdas, sonaron como lejanas.  Era una música extraña, (al menos para mí) pero agradable.
9
El presidente del koljoz, un señor entrado en años y que siempre llevaba un sombrero pequeño, solía venir a nuestro campamento. Decía que su empresa había cumplido con los planes del año con muchas ganancias y nos obsequiaba carne, leche y mantequilla, productos que normalmente no se veían en otros koljozes similares.
10
En agosto se celebraba el día del constructor. En esa fecha los dirigentes de la brigada eran derrocados simbólicamente y se decretaba una parranda general. Durante el golpe de estado se decían cosas muy duras, sólo permitidas para esa ocasión. Por ejemplo, los líderes del golpe criticaban a las autoridades estudiantiles. Estas acusaciones, para un buen entendedor, eran una crítica general a todo lo que estaba pasando en la Unión Soviética. La comida y el trago sobraban. Luego las autoridades entregaban reconocimientos a los obreros-estudiantes. Conservo con cariño uno de esos diplomas con una bandera roja, el rostro de Lénin , la hoz y el martillo y las palabras: “Honor y gloria  a los vanguardista de la competencia”.
11
El presidente del koljoz me entregó el diploma, me estrecho la mano y solemnemente me dijo:
- Camarada Edgardo. Usted está contribuyendo a la construcción del comunismo .Ha aportado su granito de arena para esa gran causa mundial

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