UNA
CLASE MAGISTRAL DE MEDICINA FORENSE
Edgardo
Malaspina
1
Las
clases magistrales de Medicina Forense las dictaba el jefe de la cátedra,
Vladimir Ivanovich Alisievich (1926-2013). Estudió en Minsk y luego se especializó en el Instituto en el
Instituto de Medicina Forense del Ministerio de Salud de URSS. En ese mismo
instituto trabajó en el Departamento de Tanatología, antes de llegar a nuestra
universidad en 1971 y dirigir la cátedra hasta 1996. El trabajo en la
Universidad de la Amistad lo alternaba con el de la Cátedra de Criminalística
de la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú.
Siendo muy joven participó en los combates de
la Segunda Guerra Mundial o Gran Guerra Patria, como la llaman los rusos.
Publicó más de 250 trabajos científicos y casi 40 manuales de la especialidad
para médicos y abogados.
Su
campo de investigación científica era muy amplio: heridas por armas de fuego,
enfermedades del corazón, hipertensión arterial, intoxicación etílica, estrés,
aspectos jurídicos de los trasplantes
de órganos, hipotermia y lesiones por
congelamiento, el sistema neuroendocrino en la muerte repentina.
Fue
presidente de la Asociación Moscovita de Médicos Forenses y miembro de la directiva de la Sociedad de Médicos Forenses
de Rusia. Recibió muchas condecoraciones por su extensa labor como médico y
profesor universitario.
2
Una
vez nos habló de Paracelso, quien fue el primero en curar la sífilis con
mercurio con un razonamiento, cuyo radio de acción se movía entre el sofisma y
la dialéctica idealista barnizada con el principio de “la cura por lo similar”, señalado ya por Hipócrates: una substancia o
fuerza capaz de provocar ciertos síntomas en sujetos sanos, es a la vez capaz de
curar a aquellos enfermos que padecen síntomas similares.
El argumento paracelsiano era serpenteado y mitológico: la sífilis proviene de la diosa
Venus, por cuanto es producto del contacto sexual. Pero es un amor que las prostitutas venden,
entonces es necesario tomar en cuenta a Mercurio, dios del comercio, y quien en última
instancia es el causante del mal :“Similia similibus curantur.
Sorprendentemente la complicada teoría sobre la enfermedad
venérea del nuevo Celso resultó beneficiosa: el mercurio se usó por mucho
tiempo hasta la aparición del salvarsán de Paul Ehrlich y el descubrimiento de
la penicilina para curar la sífilis.
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Alesievich
hablaba de estas cosas porque formó parte del equipo de investigación y
exhumación de los restos de Iván El Terrible, dirigido por Mijaíl Gerásimov, el
inventor de la escultura forense para la reconstrucción de rostros. Gerásimov
era arqueólogo y antropólogo y su método de reconstrucción plástica
antropológica forma parte en la actualidad del arsenal empleado, no solamente por
los investigadores de la Historia para precisar el aspecto facial de personalidades de la Antigüedad, sino
también por todas las policías del mundo a la hora de establecer la identidad de un cadáver con el
análisis multilateral de los huesos de
la cara.
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Vladimir
Ivanovich nos contaba cómo abrieron la tumba de Iván El Terrible en el Kremlin
y que al analizar sus huesos encontraron mercurio, sustancia usada ampliamente
para curar la sífilis desde los tiempos de Paracelso. Se preguntaban los
expertos en aquel entonces si el zar sufrió de sífilis, lo que no era difícil
de suponer por la enorme cantidad de mujeres que llevó a su cama, o si
simplemente fue envenenado por sus enemigos; por cierto, muy numerosos. En todo
caso, la presencia del mercurio podía explicar también el comportamiento
psicopático del zar, porque ahora sabemos que la intoxicación con ese elemento
produce una encefalopatía con un cuadro clínico muy característico. La
labilidad emocional del zar era tan extrema que podemos compararla, como dicen
algunos psiquiatras, con el paciente bipolar que tiene una Biblia en una mano,
mientras que con la otra sostiene una piedra. En efecto, la pintura de Repin,
uno de los cuadros más vistos en la Galería de Tretiakov, muestra cómo mató a
su propio hijo heredero del trono y también retrata su arrepentimiento inmediato, luego de haber cometido el crimen.
Cabe
destacar que Alesievich también hablaba
del asesinato del zarievich Iván por parte de su padre y suponía que era una
leyenda negra inventada por los enemigos del zar. La historia dice que al
momento de caer golpeado el zarievich , un médico le examinó la cabeza y supuso que la herida era
incompatible con la vida. A los tres días murió.
Vladimir
Ivanovich también intervino en la exhumación del zarievich, cuyo cráneo tuvo en
sus manos. Por eso afirmaba categóricamente que no encontró ninguna evidencia
de trauma craneal; y concluía
tajantemente que “la muerte del hijo de Iván El Terrible seguirá siendo un
misterio”.
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En
el 2011, al finalizar los actos con motivo de la fundación de la Facultad de
Medicina de nuestra universidad Amistad de los pueblos, mientras hablaba con
Romashov vi a Vladimir Ivanovich cuando se dirigía al cafetín del rectorado y
me dije para mis adentros: ahora lo abordo para preguntarle más acerca de las
exhumaciones de grandes personajes de la historia rusa. Más tarde lo busqué y
no lo encontré. Al poco tiempo me enteré de su muerte y me quedó el saber
amargo y triste de no haber sostenido una última conversación. No obstante, me
consuela y enorgullece haber tenido a
este sabio maestro entre mis profesores.
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