EN LA CÁTEDRA DE FISIOPATOLOGIA DE UDN

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CON VIÍCTOR FROLOV, DECANO DE LA FACULTAD DE MEDICINA

sábado, 13 de mayo de 2017

LA VICTORIA SOBRE EL FASCISMO

LA VICTORIA SOBRE EL FASCISMO

Edgardo Malaspina

El 7, 8 y 9 de mayo de cada año los amantes de la paz celebran el Día de la victoria de los Aliados (URSS, EE UU, Inglaterra y Francia) sobre el Eje (Alemania, Italia y Japón). Finalizaba la Segunda Guerra Mundial con la derrota aplastante del ejército fascista alemán en 1945, cuyo proyecto destructor y racista amenazaba toda la humanidad.  En mayor costo en vidas lo llevó la Unión Soviética: más de treinta millones de muertos fue el  pago para detener a Hitler y sus pretensiones de someter a todos los pueblos que consideraba inferiores. La máxima expresión de ese proyecto criminal se exhibe en algunos museos europeos: lámparas hechas con piel humana, especialmente de aquellas personas que tenían algún tatuaje.

 En mi familia tenemos recuerdos dolorosos pero también razones para sentirnos orgullosos: Estepan Piskunov, abuelo de mi esposa Natalia, entregó su vida a los 28 años de edad en la Batalla de Smolensk en 1941.Smolensk está a 360 kilómetros de Moscú. En la batalla murieron 45 mil soviéticos y 300 mil terminaron prisioneros. Pero los soviéticos detuvieron a los hitlerianos y evitaron que tomaran Moscú. El abuelo Estepan fue un digno soldado del Heroico Ejército Rojo. Fue sepultado en el lugar de la batalla.  En el 70 aniversario de la Victoria (2015)  familiares de los soldados caídos llevaron sus retratos en el desfile de la Victoria. Allí estuvo también el de Estepan.


Tengo además algunas reminiscencias personales. Mi profesor de Pediatría, Alexei Tiurin, participó en la Segunda Guerra Mundial como enfermero. Se inició en la Batalla de Stalingrado, el más grande y sangriento duelo militar de todos los tiempos. Al finalizar el conflicto bélico a Tiurin se le concedió el honor de acompañar al general  Gueorgui Konstantínovich Zhúkov (el verdadero vencedor del lado soviético de la guerra y quien derrotó a los alemanes en el propio Berlín) en su entrada triunfal a la Plaza Roja. Al morir Tiurin, la Sociedad de Pediatría de Rusia emitió un comunicado que finaliza así: “Agradecemos al destino porque tuvimos la suerte de haberlo conocido y estar al lado de esta persona valiente, extraordinariamente modesta y bondadosa. El cariño y el recuerdo hacia Nicolai Aleksievich Tiurin estarán siempre en nuestros corazones”.

Zhúkov peleó con tanques y aviones; sin embargo, su prestigio era tan grande que Stalin le permitió entrar  a la Plaza Roja montando un caballo blanco. Y así le levantaron una estatua.


 Mi profesor de Microbiología  Vasily Kiktenko, quien nos trataba con gran deferencia y cariño, peleó en los combates   de Berlín y vio izar la bandera roja de su país sobre el humeante y humillado Reichstag, cuyo simbolismo iba más allá del fin de la Gran Guerra Patria, nombre con el cual los rusos denominan la Segunda Guerra Mundial.


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