EN LA CÁTEDRA DE FISIOPATOLOGIA DE UDN

EN LA CÁTEDRA DE FISIOPATOLOGIA DE UDN
CON VIÍCTOR FROLOV, DECANO DE LA FACULTAD DE MEDICINA

sábado, 20 de mayo de 2017

EVOCACIÓN DE LA OFTALMOLOGÍA

EVOCACIÓN DE LA OFTALMOLOGÍA A TRAVÉS DE UN HOSPITAL HISTÓRICO
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Los que estudiamos Medicina en la Universidad Rusa de la Amistad antes de 1990 tuvimos el privilegio de cursar por lo menos una materia (Oftalmología) en el nosocomio   más antiguos de Moscú (Hospital Nro 1 Nikolai Pirogov), testigo de importantes hitos históricos.
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La cátedra de Oftalmología fue fundada por Valentina Nikolaevna Levit, con cuyos folletos nos correspondió estudiar en parte la disciplina. El jefe de la cátedra hasta 1996 fue Vladimir Sergueivich Beliaev, reconocido oftalmólogo de la URSS. Él nos dictaba las lecciones magistrales. Tenía muchos libros publicados. Las clases en el salón las impartía Vladimir Ivanovich Barashkov.
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Una vez Beliaev hizo el siguiente comentario: “La naturaleza humana es extraña e incomprensible. En una ocasión vi a un hombre caer al suelo en el momento de pagar por una mercancía. Tenía un infarto, y con una mano se garraba el pecho fuertemente y con la otra sostenía su monedero, también fuertemente”.
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El Hospital Nro 1 está en la Avenida Lenin. Nos trasladábamos directamente desde la residencia en bus. Atravesábamos una iglesia que no funcionaba como tal para llegar a nuestro salón. Era la iglesia  del Santo Zarievich Dimitri de la Asunción.   Entonces nos llamaban la atención los pisos hermosos de una cerámica antigua y algunos iconos que aún se conservaban en las paredes. Barashkov bromeaba: “Ahora este recinto religioso pertenece al pueblo y sirve a la academia”.
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 El hospital lo construyó en 1801 el príncipe Golitsin  en honor del heredero del trono de los zares, el joven Dimitri, asesinado en 1591, tal vez por Boris Godunov para quedarse con el trono. La gente empezó a adorar al zarevich muerto, y se decía que su alma ayudaba a los enfermos. El hospital se inauguró en calidad de institución para pobres, y al morir su fundador, el príncipe Golitsin, fue enterrado en la iglesia.
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 En 1812 Napoleón tomó el hospital, donde trabajaron médicos rusos y franceses  mancomunadamente  para atender a los soldados heridos de los dos bandos. Cuando los galos intentaron volar el Kremlin, sólo algunos vidrios del hospital se rompieron por acción de las ondas expansivas.
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 En 1881 el zar Alexander I asistió a la iglesia para rezar después de su coronación y alabó la noble actitud del Golitsin que dejó su fortuna para construir un centro de salud.
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En 1918 los bolcheviques exhumaron los restos de Golitsin y tomaron la urna de bronce para fundirla y “emplearla el algo más útil para la revolución”.
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 En el hospital trabajaba de médico el  suegro de Alexander  Borodin. Este último,  también médico y compositor, solía quedarse en la residencia, ubicada en el mismo nosocomio. Allí escribió su célebre opera El Príncipe Igor.
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Durante la Segunda Guerra Mundial el hospital, prácticamente era el único centro de salud que atendía heridos en pleno bombardeo.
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Muchos años después regresé a Moscú y me encontré con Mijail Alexandrovich Frolov, sobrino de nuestro inolvidable Alexei Frolov. Me saludó efusivamente, porque aunque estudiaba en un curso menos que el de nosotros asistimos en varias ocasiones a los trabajos de las brigadas estudiantiles en Siberia. Entonces era simplemente Misha. Ahora es Mijail Alexandrovich, flamante jefe de la cátedra de Oftalmología y reconocido especialista con casi doscientos trabajos científicos publicados.
-Visítame en la cátedra para que recordemos viejos tiempos, me dijo.
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Un trayecto de la Avenida Lenin lo hice en bus. Luego me bajé para caminar hasta el Hospital Nro 1 y disfrutar el paisaje mientras venían a mi memoria gratos recuerdos.
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Entré al hospital y lo recorrí como solía hacerlo en mi época estudiantil. Busqué la iglesia, y ¡oh sorpresa¡ : había misa con muchos feligreses y desde el balcón un coro cantaba.
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Misha Frolov no me dijo que la cátedra de Oftalmología de nuestra facultad la habían trasladado a otro lugar. Sin embargo, mientras escuchaba la música celestial del piano que acompañaba el coro, decidí no quejarme por este malentendido, a todas luces, afortunado.







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